Durante aquellos meses salía de la escuela ya de noche. Y era entonces que me tomaba el colectivo bajo y transparente que me dejaba ver con claridad el otoño que ahí afuera se extendía en buenos aires. Era un camino poblado de Luces como viejas, como si nunca alguien las hubiera apagado. Pero naranjas. (Capas que tanta luz de tecnología me hacía pensar que una luz naranja era vieja, más parecida al fuego, a una iluminacion a vela…). de gatos pardos y árboles negros, negros y amarillos más bien joviales. Algunas eran calles incomodas de ideas de carrozas y épocas coloniales. Viento helado.
Luego, el calor de mi casa. tomaba unos mates y por entonces con papel mache hacía los rasgos de una marioneta. Marioneta y dibujos acuarelables.( Luca cantaba algunas obras cumbres en el living.)
Lo mejor de las semanas era sentir por un instante aquella recompensa que el Sol me daba, por congelarme los dedos con el piso y puertas frias y vestirme dormida todavía para ir a “estudiar el voley”, (como dije a mi cristalino compañero): la riquisima mezcla del café con leche mirando un empañado y tostado paisaje.
Luego, el calor de mi casa. tomaba unos mates y por entonces con papel mache hacía los rasgos de una marioneta. Marioneta y dibujos acuarelables.( Luca cantaba algunas obras cumbres en el living.)
Lo mejor de las semanas era sentir por un instante aquella recompensa que el Sol me daba, por congelarme los dedos con el piso y puertas frias y vestirme dormida todavía para ir a “estudiar el voley”, (como dije a mi cristalino compañero): la riquisima mezcla del café con leche mirando un empañado y tostado paisaje.
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