fumigator.

desde ya no eligió esa profesión porque odiara a las cucarachas. hay mucha gente que las odia, quièn sabe por què. quizàs porque son como unos bombones con antenas largas y patas de grillo, que no hacen ruidos nocturnos. la gente entonces se las imagina en la boca y les da un cosquilleo de alcantarilla, sienten el sabor agrio de sus movimientos veloces. el dulce de leche tiene gusto a tripas amarillentas. quizás porque son más mojadas de lo que parecen y una vez que uno las ve moverse brillan por alguna sustancia asquerosa que alguno desconoce. y ni hablar si te humedecen después de que uno las vio volar y pasaron atrevidas por alguna parte del pie, de la espalda o alguna piel sensible.
el caso es que ramón no eligió ser fumigador porque las odiara ni mucho menos. al contrario, lo eligió para poder verlas y estudiarlas desde más cerca. le fascinaba que se aplastaran como un papel para poder pasar por cualquier rendija por más que la misma pareciera impedirles un paseo por algún otro lado. también le interesaba entender sus escondites en invierno, sus escondites en los lugares limpios ( porque él sabía que ninguna arquitectura estaba a salvo de esos bombones), las conversaciones a travès de sus antenas, que las doblan, más tres milímetros, en largura... en fin, le interesaban a fondo las cucarachas pero no le interesaba la biología. asique con sus petizos estudios que apenas se habían estirado hasta el tercer año de la secundaria, se vistió de veneno y unas máscaras ocurrentes y salió a serenar a la gente. a vaciarles la casa de cucarachas.
y así estuvo en el mercado durante muchos años, unos quince aproximadamente. se las sabritones todas. había visto de todos los colres y los tamaños, en grandes comunidades y algunas solitarias, ruidosas y astutísimas, peladas y de terciopelo, con ojos celestes, pestañas postizas, etc.
pero un buen y hermoso día una familia sonó muy asustada del otro lado del teléfono.
-rápido que crece , vengase de una vez, ramón.!
y ramón fue lo más rápido que pudo. no sabemos si eso fue suficiente, el caso es que ahí estaba, encerrada en su habitación durmiendo una siesta boca arriba, la cuca más grande que alguna vez se vio ( menos mal que yo no la ví, porque sí que hubiera enloquecido de repulsión). después de quedarse estupefacto, entre seducido y un tanto enloquecido, encerró denuevo tras de sí aquel mosntruo y pensó. hiso un presupuesto y se lo entregó a la familia abrazada. sin demasiada atención al número aceptaron de inmediato y se despidieron entre señas de silencio. al rato más breve que pudo, ramon, más cargado de sustancias tóxicas y disfrazado de astronauta que nunca, hizo unas piruetas que desconocemos y tras unas largas horas de espera la siesta de gregorio samsa fue eterna.