salí de la escuelita y después de hacer una cuadra en dirección a mi casa decidí continuar en cualquier otra . hacia el norte o hacia el sur, hacia el este pero no hacia el oeste. caminé para donde creia que el sol iba a tardar más en irse y así hasta que llegué a un lugar más que verde en el que decidí sentarme a repasar conceptos. me pareció que podía ser una plaza y me pareció que estaba muy vacía, los autos decidieron dejar de pasar como manchones de sonidos ataladrantes y colores metálicos y las personas decidieron quedarse a merendar todos en sus casas. solo yo y algo a lo lejos que me pareció que podía ser un árbol de moras. a sus pies unas sombras plácidas me invitaban a echarme sobre el pasto más que verde. eran unas manchas oscuras que bailaban pegadas al suelo y me avisaban que era un buen lugar. un viento cálido acompañaba la escena. bailaba con las sombras de las hojas.
parecía un sueño, una imagen pintada a propósito, asi que para asegurarme de que era real di una vuelta de trescientos sesenta grados sobre un pie y me tiré contra el piso. no me desperté y por cierto me dolió mucho. medio brazo violeta. pero me sentí bien de estar ahí y sentir que el árbol me comprendía en primavera, cuando las moras se le prendían como moretones de plastilina. entonces el dolor cesó y en poco tiempo me dejé adormecer entre los renglones de una novela, así como un bebé no puede evitar el destino que le depara la mecedora y la leche caliente.
no sé cuánto tiempo pasó, dentro de mi como treinta segundos, hasta que brincaron mis ojos, como obligados a saltar una ola letal. entonces estaba en el medio de la noche. envuelta en un viento que amenazaba con transformar la escena en algo más trágico y en un lugar que no era mi casa, que no era mi escuelita, al norte al sur o en cualquier parte del mundo que desconocía. me asusté y debo admitir que en rebalsadas cantidades. me pareció que podía ser una plaza y me pareció que estaba muy vacía. me elevé cautelosamente y fue ahí que mis manos encontraron el tronco del árbol de moras a mis espaldas. suspiré de alivio todavía chiquitita del susto de estar perdida y casi llorando, me di vuelta a besarlo y abrazarlo. guardé mi libro, me acomodé una bufanda y caminé por un camino sin titubear.
derecho por río churubusco, hasta los echávez y de ahí hasta charco azul.
parecía un sueño, una imagen pintada a propósito, asi que para asegurarme de que era real di una vuelta de trescientos sesenta grados sobre un pie y me tiré contra el piso. no me desperté y por cierto me dolió mucho. medio brazo violeta. pero me sentí bien de estar ahí y sentir que el árbol me comprendía en primavera, cuando las moras se le prendían como moretones de plastilina. entonces el dolor cesó y en poco tiempo me dejé adormecer entre los renglones de una novela, así como un bebé no puede evitar el destino que le depara la mecedora y la leche caliente.
no sé cuánto tiempo pasó, dentro de mi como treinta segundos, hasta que brincaron mis ojos, como obligados a saltar una ola letal. entonces estaba en el medio de la noche. envuelta en un viento que amenazaba con transformar la escena en algo más trágico y en un lugar que no era mi casa, que no era mi escuelita, al norte al sur o en cualquier parte del mundo que desconocía. me asusté y debo admitir que en rebalsadas cantidades. me pareció que podía ser una plaza y me pareció que estaba muy vacía. me elevé cautelosamente y fue ahí que mis manos encontraron el tronco del árbol de moras a mis espaldas. suspiré de alivio todavía chiquitita del susto de estar perdida y casi llorando, me di vuelta a besarlo y abrazarlo. guardé mi libro, me acomodé una bufanda y caminé por un camino sin titubear.
derecho por río churubusco, hasta los echávez y de ahí hasta charco azul.
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